Un pedazo de Monumento a la Bandera en la cabeza del Presidente.
Mauricio Macri decidió no concurrir a la celebración central del 20 de junio a Rosario. Su secretario general adujo en Twitter que "frente a las amenazas de algunas agrupaciones de (sic) generar disturbios (…) decidimos priorizar la tranquilidad de los vecinos y garantizar que tengan un festejo en paz. Por eso el presidente no viajará".
Cualquiera sabe lo que en un país poco federal significa que su presidente esté en su ciudad allende la General Paz en un día patrio. El 20 de junio para los rosarinos, como el 9 de julio para los tucumanos, es, además de una fecha patria de unidad, un acto público en donde la presencia del primera mandatario implica una consideración por esa tierra. De paso: Rosario, en esas barrancas, es sin metáfora ni mito histórico, el lugar preciso en donde Manuel Belgrano creó la bandera un 27 de febrero de 1812. Dijo bien la intendente Mónica Fein. "Es una desilusión que no venga el presidente".
Aparte de las supuestas manifestaciones en su contra, Macri hubiese observado algo que a pesar del tamaño, sigue desapercibido para muchos. Capaz que tuvo miedo de que se le cayera un trozo de monumento en la cabeza. No hay metáfora.
El monumento a la bandera, de una belleza y dimensiones pocas veces vista el mundo para una enseña patria, está seriamente deteriorado, con rajaduras, mugre, vegetación que nace entre los mármoles y, ahora, abandonado
El concejal rosarino Pablo Javkin elaboró un informe sin fisuras (valga la metáfora) sobre lo que pasa allí. Se resume en puntos:
1) La apertura de sobres para reparar el momento fue el el 26 de septiembre de 2016. Se dijo que era la obra más importante de restauración en los 60 años de vida del emblema. La adjudicación tuvo lugar el 11 de enero de 2017 a favor de la constructora Creaurban S.A. La misma pertenecía para ese momento al empresario de la construcción, Ángelo Calcaterra, Luego, como se sabe, vendió.
2) El valor estimado para la licitación de la obra fue $147.543.090,32 que representaban U$S 9.192.715,90, con una cotización del dólar a la fecha de adjudicación de $16.05 (de paso: el dólar hace dos años, valía 16 mangos).En el convenio entre el gobierno local municipal y nacional, se acordó que Nación aportaría el 70% del financiamiento y el municipio asumiría el 30% restante. ¿Se pagó toda la obra? Es difícil saberlo. Primero estaba bajo al órbita de Obras Públicas. Hoy en Cultura.
3) Los trabajos de ejecución comenzaron el 6 de marzo de 2017, previendo el pliego un plazo para la finalización total de las obras de 18 meses, dice textual el informe Javkin. Dicho plazo concluye el 6 de septiembre de 2018. Sin embargo, y a sólo tres meses de la fecha tope del plazo, se han ejecutado menos del 40% de los trabajos previstos y se advierte un desmantelamiento de la estructura de andamios, junto a la ausencia de operarios, todo lo cual hace presuponer no solo una merma sensible en el ritmo de obras, sino su completa. Más claro: me llevo los andamios, que el monumento quede así. ¿Cómo quedó?
Las fotos son elocuentes: Hay muchos mármoles travertinos que no se limpiaron. Están sucios, rajados o chorreados. En los bajorrelieves de alto valor artístico siguen germinando plantitas que no fueron sacadas. Las lajas quedaron rajadas o pusieron otras que no se corresponden con las pactadas. No se impermeabilizó como se había comprometido y sigue habiendo goteras. Usaron herramientas que en la época de la creación de la rueda ya eran rudimentarias. Y mucho más. Basta que el lector se asome a las fotos, se insiste. De lo que había que reparar, con suerte se hizo el 40 por ciento.
Si el lenguaje simbólico no debe ser exagerado, el desprecio por él es miopía insalvable. El monumento que homenajea el sentido de unión nacional está rajado. Se llueve. Crecen malezas en las uniones de sus mármoles.
Hace dos años que se prometió solucionar y el paso del tiempo no muestra cambios. La misma intendente Fein aseguró en el día de Belgrano que ante la inacciòn del gobierno central, la municipalidad asumirá el costo y la decisión de hacer la obra.
Casi 10 millones de dólares se destinaron (¿se pagaron todos?) para que la bandera siga flameando en un sitio enclenque, a la vera del Paraná, sin que a nadie parezca importarle demasiado desde la ciudad de las luces. Más claro: echarle agua. No tanta. El monumento a la bandera, y la unidad nacional que representa, ya se inundan bastante. De haber ido el presidente a Rosario, lo hubiera visto.
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